Descripción
En Que te coma el tigre no existen elementos que den cuenta de la diferencia o particularidad, si alguna es posible, que comporta el hecho de que Higa es un nisei hijo de inmigrantes okinawenses. El narrador que utiliza para contar estas historias parece perderse en el anonimato de una voz criolla. Sin embargo, está presente ahí ya el extrañamiento que persiste en sus últimas entregas, ese disloque que encontrará su máxima expresión en el afianzamiento de su identidad nisei no como estandarte, sino como cosa irresuelta, una pregunta obsesiva que intenta mostrar el trauma original que moviliza la compulsión de contar. Si Julio Ramón Ribeyro apela a la figura del hombre derrotado y patético para dar cuenta de la decadencia de su propia clase, reducida a un islote en medio de una Lima que se presenta como un archipié lago constituido por migrantes de todo el Perú —en aquello que Matos Mar llamó el desborde popular de la segunda mitad del siglo XX—, Augusto Higa, en cambio, nos narra el devenir de los habitantes de ese archipiélago en construcción permanente prescindiendo de cualquier reminiscencia épica: no le interesan los grandes discursos, sino lo atomizado, lo particular, el núcleo mismo de esa experiencia humana signada por la violencia sistémica de un Estado que los considera ciudadanos de segunda clase. Ahí su grandeza.
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