Descripción
A finales del siglo XIX se descubrió oro en la recóndita cuenca del Klondike, en Alaska. La «fiebre del oro» que se desató de inmediato llevó a miles de aventureros e incautos a aquellas remotas tierras. Entre ellos iba el joven Jack London, un veinteañero procedente de San Francisco que, al cabo de unos meses, regresaría a casa enfermo de escorbuto y, como la inmensa mayoría, con las manos tan vacías como antes de partir hacia el inhóspito Norte.
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